Retales

Chorros

Aquí en el jardín

del café

de la librería del Raval

entresuelo primera

Revolotean las palomas

Mientras el agua cae a borbotones

«¡Mira los chorros!»,

le dice al argentino el español

mirando a la fuente,

mientras el argentino se palpa

la cartera,

pues antes le ha contado al español,

que en la Argentina hay tanto ladrón

que hasta los ladrones se dividen

en categorías, según lo que afanan,

Precio, stock disponible, etcétera

Y a algunos de ellos y a veces a todos se les llama chorros.

-Aquí también roban -, dice el español.

-Acá?

-No, aquí -. Repite el español.

-Ah, acá -contesta el argentino .- Entonces acá como allá.

-Sí, exacto, allí como aquí.

-Justo, aunque el chorro es una cosa

muy nuestra.

Mientras el español le dice

que qué sé yo,

Un robo es un robo,

aquí y en cualquier parte,

-Puede, pero cuando lo precede a uno la fama –

dice el argentino,

es imposible zafar.

Atardecer

Son las ocho,

los de siempre

sentados en el anfiteatro de rocas

de siempre

frente a la bahía de siempre

la pareja de jubilados belgas

de siempre

las canciones de Celia Cruz en el

chiringuito de siempre

El truco, sin embargo,

funciona, una vez más

como si en lo de siempre

se estuviera

como nunca.

Dieta mediterránea

Bombardeo de mierda de gaviotas

de fondo llega el olor

y luego el camarero

que grita:

-¡Pescaíto frito!

Sal en el plato,

en los pies y en los zapatos

la pelota cae en la bandeja

del pescaíto

y más allá

el moreno que le dispara un

chorro de crema,

a la rubia,

la mano que restriega,

y la carne que se frota,

ensalada mediterránea

por la boca.

Casualidades 

¿Si tiro una piedra

para darle a un cangrejo

pero la piedra choca,

y rebota,

y le da a un italiano

que hablaba mucho

(perdón por la redundancia)

y con la piedra se cae

de donde estaba

y se pega un porrazo

y se calla

casualidad,

el destino,

o mucho tino?

28.07.201

«Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar». Siempre me ha gustado esta anotación de Kafka en su diario, escrita en el agosto de 1914. Como suele pasar con Kafka, lo más gracioso del asunto es que probablemente el humor que puede intuirse en el encadenamiento de ambas frases sea sencillamente involuntario. No hay nada gracioso ni en la primera frase ni en la segunda, pero la unión de las dos, tan dispares – ambas son serias por separado, pero una lo es tanto por sí misma que acaba relegando a la otra a la mera banalidad – es lo que acaba por encender la mecha. El mismo truco hace que una frase como la pronunciada por Ruth Fisher en el primer capítulo de Six Feet Under, cuando recibe la noticia de que su marido ha muerto y tiene que comunicársela a sus hijos, acabe prendiendo fuego: «Ha habido un accidente. El coche nuevo está destrozado. Tu padre ha muerto y el asado se ha quemado en el horno». El padre ha muerto, pero el pavo o el pollo se acaba de quemar también. Cuando juntas lo banal con lo extraordinario, es como si invirtieras la ley de la gravedad y acabaran saltando chispas.

Dicen que lo último que dijo Goethe en el lecho de muerte fue «¡Mehr Licht!» («¡Más luz!«). Para algunos, un último himno al Siglo de las Luces, a la Ilustración; para otros, la prueba definitiva de que efectivamente hay luz al final del túnel; para mi, que solo quería que le dieran a algo parecido al interruptor.

24.07.2021

Parece mentira, pero en diez años es el primer verano que paso en Barcelona. Después de lo que yo llamo El Gran Rodeo – esa serie de vericuetos, vueltas hacia ninguna parte y giros sobre mí mismo que he ido dando en los últimos años -, me paseo mirando los edificios como si dijeran más de lo que dicen, que es como se supone que los turistas observan las ciudades con las que se cruzan por primera vez, aunque el término turista se haya devaluado y el término ciudad ya ande en bancarrota.

Extraña sensación, calor abrasador y calles vacías. Cierto aire de estabilidad, que alguien podría llamar también estancamiento. No sé lo que se viene, mis últimos años han sido un atentado contra las reglas y la gramática del sentido común. Si la vida de algunas personas es un interrogante, la mía son tres interrogantes suspensivos, es decir, duda más suspense = éxito garantizado. Vuelvo una vez más a las frases subrayadas del maestro: «Nunca pasa nada. ¿Y qué podría pasar? Es como si hubiera estado todo el mes de julio bajo el agua. Sentado en el patio frente a una mesita baja, el sentimiento de siempre: las grandes luchas por venir.» Por lo pronto, nueva ciudad, nuevo piso, nuevo trabajo, y aleteando, como siempre, una página en blanco.

17.07.2021

Llego a la estación con el billete de bus comprado por internet. Había mirado mal la hora y resulta que el bus ya se ha ido. Le pregunto a la taquillera si me vale para el siguiente y me contesta que lo lamenta pero que el bus salió y yo llegué tarde, a lo que le contesto que no, que se equivoca, no llegué tarde, llegué puntual para la hora equivocada. Hay cuestiones que sí tienen vuelta de hoja señora (no le digo, sino que pienso), hay ocasiones en que sí hay otra vuelta de tuerca, y uno puede estar en lo cierto en base a una premisa falsa, del mismo modo que uno puede estar echando agua a las plantas del balcón cuando está regando sin querer al vecino del cuarto. Me pregunto cuántos equívocos se forman de este modo, cuantas correas de transmisión de malentendidos hay sin que nadie las mire y cuantas estallan por aplicar ideas establecidas, o peor aún, ideas preconcebidas, que es como tararear el estribillo de la música sin pensar la letra.