No disparen al banquero

Menudo desvergonzado el tal David Fernández: no contento con mantener la compostura durante diez minutos, viendo como sus educadas preguntas eran respondidas con displicentes silencios por parte del ex banquero, acabó estallando y sacándose el zapato como símbolo de desprecio. La cosa no acaba ahí, ya que al no haberse explicado con claridad, ha provocado el estrés de los ilustres analistas de este país, que aún discuten sobre el daño que le podría haber causado a Rato tan peligroso proyectil.

Y es que al Parlamento debe ir uno llorado de casa, con la corbata anudada y la boca cerrada. Qué poco estético tener a un hombre que habla como el pueblo en el lugar más alejado del pueblo. Qué atrevido llamar a Rato por su nombre. Ya lo decía Talleyrand: «Existe un arma más terrible que la calumnia y es la verdad». Y eso, señores, sí es un auténtico proyectil.

Artur Mas en el País de las Maravillas

¡Primero la sentencia, tiempo habrá para el veredicto!“. Así decía una frase escrita por Lewis Carroll, escritor que inventó el extravagante mundo de “Alícia en el país de las maravillas“. Bastante más lejos y bastante después, algo parecido ha pasado aquí: el pasado lunes, en un tiempo récord que en las redes sociales desató todo tipo de comparaciones cachondas con Flash el superhéroe, el Tribunal Constitucional resolvía suspender la consulta de Artur Mas.

¡Flash! A veces sorprende la facilidad con la que la ilusión de millones de personas, sostenidas y compartidas firmemente durante mucho tiempo, pueden ser desechadas de un plumazo.

¡Primero la sentencia! , decía la frase de Caroll, y es que en la democracia de baja intensidad del PP no hay tiempo que perder contra la democracia de verdad. Tal vez no lo sabía Artur Mas o haya que recordárselo: que vive en el país en el que Baltasar Garzón fue juzgado por hasta 3 causas distintas cuando los Gürtel ni siquiera se habían sentado en el banquillo; que vive en el país en el que se descuartiza al evasor Pujol mientras se santifica a un Botín con más de 2000 millones de euros en paraísos fiscales; que vive en el país en el que a los independentistas se los combate cerrando diarios (los casos de Egin o Egunkaria en el País Vasco) y a los irreductibles candidatos a Lehendakari encerrándolos en prisión (Caso Arnaldo Otegi).

Que vive en el país en el que se indulta a banqueros y se desahucia a los pobres; un país donde se privatizan ganancias y se nacionalizan pérdidas; un país donde a los jubilados se los estafa con preferentes y a los consejeros de Bankia se los premia con despilfarro sin cuartel; un país en el que se critica que el 15M no se constituya en partido y en el que luego se critica que el partido, Podemos, se haya constituido.

Un país en el que los inmigrantes son apaleados cuando cruzan las vallas y despojados de sanidad cuando se atreven a solicitarla; o en el que las mujeres son tratadas como niñas, los parados como vagos y los manifestantes de etarras; un país en el que el lenguaje se ha convertido en arma y a los ciudadanos se los ha tomado por analfabetos.

Un país donde los demoledores recortes del Estado de Bienestar no son recortes, son “reformas“; los rescates no son rescates, son “ayuda financiera“; los repagos de servicio público son “copago” o las subidas de impuestos “recargo temporal de solidaridad“; la destrucción de la dignidad del trabajador es “mejora de la competitividad” y la recesión “tasa negativa de crecimiento”.

Y es que ya lo decía Lewis Carroll en un diálogo de “Alicia a través del espejo”, segunda parte de la primera:

—Cuando yo utilizo una palabra esa palabra significa exactamente lo que
yo decido que signifique ni más ni menos —dijo Humpty Dumpty.
—La cuestión es si puedes hacer que las palabras signifiquen cosas tan
diferentes —dijo Alicia.
—La cuestión es, simplemente, quién manda aquí.

Es triste, pero es así. Bienvenido al País de las Maravillas, President.