Que viene la Enriquez

Lo reconozco, soy un miedica. Mi larga lista de filias palidece en comparación con mi larga lista de miedos. Así de repente, pienso en el miedo a volar, el miedo al mar bravo, el miedo al mar abierto y el miedo al mar a tres metros de la orilla – lo cual me lleva a dudar sobre si lo que realmente me gusta no será el mar sino la arena, y ya puestos el desierto; el miedo a todo tipo de bichos: a las cucarachas, a los saltamontes y a las mariposas; el miedo a esa especie de oveja negra de la familia de las mariposas cuyo nombre nadie sabe pero que es igualmente aplastada por gente como yo en nombre de las mariposas a las que se parece (y que, se me ocurre ahora, no deja de ser como esas escenas en las que los sicarios liquidan al tipo equivocado solo porque comparte peluquero y tupé con la víctima).

Luego están los miedos raros, particulares. De pequeño le he tenido miedo a los moños, a las flores, a los tipos con boina y a un viejo del pueblo que vivía al final de un viejo callejón, en una casa bajísima y con una puerta tan baja, que una persona no paralizada por el miedo se hubiera preguntado más bien como lo hacía para entrar o salir de ella. En lo alto del mismo pueblo había un puñado de casas sueltas que se conocían como el Rincón, y un par de curvas más arriba y rumbo a la montaña – bendito sentido común – el Rincón Alto. Ahí vivía Fausto, el que hablaba con los muertos. Ése también me daba miedo.

Es jodido el miedo, es irracional, amorfo – todos los miedos el miedo, habría dicho Cortázar -, solo lo toleramos cuando no hay riesgo real, cuando alguien nos hace el favor de domesticarlo; por eso miramos películas de terror; por eso leemos cuentos como los de Mariana Enriquez, en los que el Petiso Orejudo, ese niño psicópata que existió de verdad, está encerrado en esa celda de cuatro esquinas que es el libro, mientras tensa una soga alrededor de un cuello que podría ser el nuestro. Y acabas el cuento y dices: qué bien escribe, qué miedo el Petiso. Y miras el reloj y cierras el libro y piensas: que viene el Petiso, qué miedo la Enriquez.

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