Entrevista a Rafael Poch: «Alemania es el país de las revoluciones fallidas»

Cuando me piden que nombre a un «referente» nunca sé que responder. Soy mitómano, así que tiendo a venerar a multitud de personas por motivos distintos. Sin embargo, siempre acaba sobresaliendo un nombre por un motivo u otro. No es el más mediático, si eso significa sorprender a la audiencia cada domingo en el Prime Time. Tampoco es el más polémico, si eso significa aparecer en las principales tertulias como protagonista de la más furibunda trifulca nacional. Pero cuando Rusia abandonó su coraza como caballero andante de la URSS y se arrojó al vacío desde el caballo socialista, él estuvo allí. Y cuando el Gigante Asiático mejor conocido como China despertó resurgió, también estuvo allí. Y cuando Alemania se adueñó de la batuta durante la mal llamada «crisis de la deuda nacional europea», sí, también estuvo allí.

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¿La envidia de cualquier corresponsal? Aún hay más: como si tuviera un olfato privilegiado para captar el momento en el que un país emprende el rumbo hacia la tormenta perfecta, antes de que resonaran las balas de Bataclan, el Estado de Excepción y las fracturas de la izquierda francesa, Rafael Poch de Feliu, con el olfato y la capacidad analítica de siempre, ya estaba en París. Y allí sigue. Como siempre, de la mano de La Vanguardia. Pese a que sus parámetros ideológicos le coloquen en coordenadas muy distintas a las de su periódico. En esta ocasión, sin embargo, tuvo tiempo para volver atrás en una entrevista. Sobre Alemania, su reincidente condición como guardián de las esencias (conservadoras) europeas – estatus que quizás comparta con Rusia – y sobre las dificultades que afronta la izquierda en el país con más desigualdad de Europa, según un informe del Instituto Alemán de Investigación Económica.

-Alemania es tradicionalmente un país conservador. ¿Cuál es la situación de un partido como Die Linke (La izquierda) en el panorama político?

El establishment alemán se caracteriza por su organización. Su cultura política es, por un lado, la particular tradición histórica de que el Estado está por delante y por encima del derecho, y, por el otro, el anticomunismo, que fue el pasaporte de homologación democrática de los ex nazis en Occidente después de la II Guerra Mundial. Eso encoje mucho el terreno de juego para cualquier fuerza que cuestione aspectos del consenso de ese establishment. Die Linke cuestiona dos aspectos claves: el neoliberalismo (es una fuerza genuinamente socialdemócrata que por el corrimiento general hacia la derecha es presentada como de “izquierda radical”, pero que defiende cosas que el SPD y hasta la CDU defendían inmediatamente después de la guerra) y el antimilitarismo. Por eso es descalificada política y mediáticamente como una fuerza irresponsable, al tiempo que es tentada para que regrese al redil renunciando, total o parcialmente, a ambos aspectos. Es, en definitiva, la única fuerza de cambio en un país blindado contra el.

-¿Qué dificultades encuentra la izquierda (entendiendo como tal cualquier fuerza que se salga de los márgenes del SPD) para prosperar en dicho panorama?

 
El habitual en toda Europa: la denigración mediática, la presión política, la hostilidad de los poderes económicos, pero todo ello de una forma más “organizada” que en cualquier otro país de Europa y más eficaz desde el punto de vista de la credulidad de la sociedad..

-¿Qué representa el antiguo líder del partido, Oskar Lafontaine, para la izquierda alemana y para el ‘establishment’ en general? ¿Y Gregor Gysi?
 
Lafontaine es un gran peligro porque es un político, brillante, muy competente que conoce muy bien el sistema por dentro, debido a su trayectoria y sus responsabilidades. Y es un hombre de principios que formula dos fronteras claras que dividen izquierda y derecha en su país, las dos cuestiones mencionadas. Gysi es más flexible en ambas cuestiones. Por eso, a largo plazo  gente como Gysi es la esperanza del sistema en “domesticar” a Die Linke, como ocurrió en el pasado con el SPD y los verdes. Evidentemente no es el único que reúne esas características en Die Linke.

-¿Es extrapolable el éxito de un partido como Podemos en Alemania?
 
No. No existe en Alemania el nivel de desprestigio de las instituciones que hay en España y la ventana de oportunidades que ello abre. La sociedad alemana es muy activa en la defensa de intereses pero en el fondo está muy poco politizada. (véase el caso de los Piratas, un verdadero esperpento). No hay tradición de rebeldía desde abajo, sino de reforma desde arriba. El enfrentamiento, con el que los diversos intereses se miden, está feo y siempre cede a la colaboración.

-¿Qué valoración tiene que el presidente alemán Joachim Gauck, a quien se le presupone cierta neutralidad debido a la condición de su cargo, exprese su temor sobre que un partido como Die Linke pueda llegar a gobernar?
 
Gauck es un producto del establishment en su día convenientemente cocinado por los grandes medios de comunicación (que no están al servicio del poder, sino que son el poder). Su biografía de “disidente” en la RDA es un fraude manifiesto. Fue literalmente llevado al poder (tras la demolición de su antecesor, Wulff) por su idoneidad neoliberal y promilitarista. Es un reaccionario en el sentido más genuino del término. Su cruzada contra Die Linke forma parte del papel para el que fue programado.

-¿Por qué Merkel tiene tanto éxito en su país?
 
Por miedo, en gran parte. El miedo es una figura central de la sicología colectiva alemana. En este caso miedo a que las cosas vayan aún peor en el país. Aunque ideológicamente es una Thatcher, su estilo es discreto y tranquilizador. Pero sobre todo, Merkel se beneficia del hecho de que no tiene a nadie enfrente: sus teóricos adversarios del SPD practican una política muy parecida a la suya y carecen de figuras. En la CDU ella se ha encargado de eliminar a todos  aquellos que destacaban. De todas formas que gane elecciones no quiere decir que tenga “éxito” en el sentido de que suscite pasiones. No creo que Merkel suscite pasión o devoción carismática en Alemania. Simplemente “es lo que hay” en un país despolitizado, miedoso y alérgico a la rebeldía.

-Dirk Kurbjuweit, periodista de Der Spiegel, ha escrito un libro llamado «No hay alternativa» en referencia a la época Merkel en Alemania. Según Kurbjuweit, todos los cancilleres precedentes manejaron cuestiones polémicas en sus legislaturas (el último ejemplo Schröder con su Agenda 2010). Para él, el éxito de Merkel está en que ha logrado un perfil bajo que evita las polémicas y que está poniendo en peligro la democracia en Alemania porque, como recuerda también George Packer en The New Yorker, el no-cuestionamiento entorno a su figura se basa además en neutralizar a la oposición «apropiándose» de algunos de sus planteamientos (comprensión con los sindicatos, retraso jubilación, ayudas, etc), todo ello, mientras los medios alemanes, predominantemente centristas, se limitan a hablar sobre cuestiones como «confort» o» calidad de vida». ¿Qué opinas de ese análisis? 
 
Algo de eso puede haber, pero sobre todo se ha cultivado su imagen desde los medios. Los grandes escándalos suelen ignorarse (NSU/ NSA) y, es verdad, que ella tiene cierta habilidad para sobrevivir sin exponerse….

-Dice el periodista alemán Georg Diez que «Alemania se está volviendo más alemana, menos occidental. Alemania ha descubierto sus raíces». ¿Existe algo así como un hecho diferencial alemán? (con la correspondiente incomodidad que pueda suscitar esa pregunta si nos atenemos al pasado reciente).
 
Alemania es lo que ha sido siempre a lo largo de su historia, el país de las revoluciones fallidas y las contrarrevoluciones preventivas exitosas, una especie de vanguardia reaccionaria europea, todo eso adaptado a la nueva “emancipación” que inaugura la Quinta Alemania tras la reunificación. Quizá ese autor exprese eso con lo de “redescubrir sus raíces” pero yo creo que en el fondo la Alemania de hoy es la Alemania de siempre en las circunstancias históricas actuales. Lo “diferencial”, específico de Alemania, es su tradición política y cultural; la tradición del absolutismo, su filosofía especulativa siempre despegada de la práctica política, su rudo nacionalismo étnico tendente al racismo, la separación que practican entre cultura y civilización, en el sentido de que puede haber otros pueblos “civilizados” pero que solo los alemanes son “cultos”, su ausencia completa de inteligencia emocional, su complejo de superioridad con el que envuelven la evidencia de su menor sofisticación, vital y cultural, hacia vecinos como Francia…

Rafael Poch es coautor junto a Àngel Ferrero y Carmela Negrete del libro «La quinta Alemania» (Icaria editorial).