Cuando muerde el hombre blanco

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Gene Hackman en ‘Unforgiven’.

«Hombre blanco hablar con lengua de serpiente», dice una vieja canción de Javier Krahe y el hombre blanco habló, vaya si habló, el pasado martes por la noche. Lo hizo en grupo, soltando un mordisco contundente e inesperado, como las decenas de serpientes de la histórica escena de la BBC persiguiendo a la iguana que escapa por los pelos del cadalso. La mordida fue de realidad. El extravagante multimillonario al que nadie arrendaba las ganancias  – ni falta que hacía, es rico a rabiar – asestaba la mordida definitiva a un sistema mediático y político entregado al Dios de las encuestas y la endogamia. «¡Ah, joder! ¿Has notado eso, Joe? No veas como muerden los de Indiana», parecía decir alguien mientas contemplaba los destrozos en la 5th Avenue. Nadie parecía creerse nada y casi podía oírse a Kurt Tucholsky, uno de los periodistas que murió en el exilio sueco tras la llegada de los nazis, cuando dijo que «noticias es lo que quieren los periódicos, noticias es lo que quieren todos ellos. La verdad no la quiere nadie».

Ahora, en retrospectiva, se mezclan los análisis y las teorías, el Yoyalodijismo profesional y las curas de humildad. Como digo, hay donde escoger. Pero soy de la teoría, tan válida como cualquier otra, de que el hombre blanco no habla pársel. De que el hombre blanco que votó a Trump no es ni un asocial ni un freak. Es más, tal vez ni siquiera se parezca a Gene Hackman, custodiando el porche de su casa mientras le saca brillo a su revólver y espera al acecho a los apaches. Probablemente es solo un tipo muy jodido y desesperado, al que nadie ha escuchado durante décadas. Un tipo al que le dijeron que si hacía todo lo que tenía que hacer, todo iba a salir bien. Las puertas del sueño americano seguirían allí, entreabiertas en alguna parte de California, esperando para ofrecerle una oportunidad. Nadie le contó que esas puertas hace tiempo que chirrían. Michael Moore fue uno de los pocos en considerar que Trump podía e iba a ganar. Quizás porque viene de Flint, donde al hombre blanco lo habían echado masivamente de las fábricas. Quizás porque, aunque ahora es millonario, ha oído de cerca el ruido de las puertas oxidadas al cerrar.

No es el único lugar en el que ha hablado el hombre blanco. También lo hizo en Reino Unido y lo que es peor, podría volver a reincidir. «Tú en Indiana y yo en Sajonia»es una posible idea para un cartel promocional de AfD, la «nueva» derecha alemana. Antes de que cayera el muro – ironías de la historia, el muro cayó el mismo día que ha ganado Trump, que algo sabe de estas cosas – el canciller democristiano Helmut Kohl prometía que la fusión del sistema capitalista (la RFA) y del sistema comunista (la RDA) sería un éxito y lo ejemplificaba diciendo que pronto podrían verse «blühende Landschaften» («paisajes florecientes»).

No hace falta decir que esa fusión, la reunificación alemana, fue un desastre: muchas empresas de la antigua RDA en la Alemania unificada cerraron y se fueron a la RFA, donde habían mejores condiciones. Se seguían los despidos y las desigualdades salariales que, aún a día de hoy, siguen sin solución. Que el gobierno de Zapatero hablara de signos de «brotes verdes» tras la crisis de 2007, demuestra que las cuestiones de jardinería no son solo una especialidad de la derecha. Ahora, los falsos jardineros han dado paso a los falsos profetas y el hombre blanco hablará con la lengua que le dejen.