
“Durante mucho tiempo he creído ser atravesado por la duda, por una disyuntiva de vida entre el periodismo y la literatura. Tras intentar sin cesar la cuadratura del círculo he acabado siempre en el mismo sitio – “es lo que tienen los círculos, por otra parte”, me interrumpió Wilhelm, el muy prusiano, “los caminos de la geometría sí son escrutables”, y se rio. Como decía, finalmente he comprendido que en realidad ‘el periodismo’ no ha sido sino la excusa finalista en ese concurso de excusas que en realidad cubren la misma cara de la misma moneda; la cara bonita o el lavado de cara de esa empresa riesgosa, de esa acometida suicida y de ese extravío culpable que de verdad me interesa y es la literatura.”
(El anterior fragmento pertenece a un escritor catalán, acaso español, quizás íbero, probablemente europeo, vagamente chino, de hará casi 80 años. Escribió esto y ya no escribió nada más, hasta que escribió sobre planear escribir al cabo de 10 años. No pudo, murió de un infarto. “Tenía planes de escribir una novela”, aseguró Wilhelm, un amigo, al diario. “Yo le ayudaba a centrarse. Soy alemán, ¿sabe? Pero lo pilló por sorpresa, disyuntado”, dijo, “lo pilló dudando”).