Chorros
Aquí en el jardín
del café
de la librería del Raval
entresuelo primera
Revolotean las palomas
Mientras el agua cae a borbotones
«¡Mira los chorros!»,
le dice al argentino el español
mirando a la fuente,
mientras el argentino se palpa
la cartera,
pues antes le ha contado al español,
que en la Argentina hay tanto ladrón
que hasta los ladrones se dividen
en categorías, según lo que afanan,
Precio, stock disponible, etcétera
Y a algunos de ellos y a veces a todos se les llama chorros.
-Aquí también roban -, dice el español.
-Acá?
-No, aquí -. Repite el español.
-Ah, acá -contesta el argentino .- Entonces acá como allá.
-Sí, exacto, allí como aquí.
-Justo, aunque el chorro es una cosa
muy nuestra.
Mientras el español le dice
que qué sé yo,
Un robo es un robo,
aquí y en cualquier parte,
-Puede, pero cuando lo precede a uno la fama –
dice el argentino,
es imposible zafar.
Atardecer
Son las ocho,
los de siempre
sentados en el anfiteatro de rocas
de siempre
frente a la bahía de siempre
la pareja de jubilados belgas
de siempre
las canciones de Celia Cruz en el
chiringuito de siempre
El truco, sin embargo,
funciona, una vez más
como si en lo de siempre
se estuviera
como nunca.
Dieta mediterránea
Bombardeo de mierda de gaviotas
de fondo llega el olor
y luego el camarero
que grita:
-¡Pescaíto frito!
Sal en el plato,
en los pies y en los zapatos
la pelota cae en la bandeja
del pescaíto
y más allá
el moreno que le dispara un
chorro de crema,
a la rubia,
la mano que restriega,
y la carne que se frota,
ensalada mediterránea
por la boca.
Casualidades
¿Si tiro una piedra
para darle a un cangrejo
pero la piedra choca,
y rebota,
y le da a un italiano
que hablaba mucho
(perdón por la redundancia)
y con la piedra se cae
de donde estaba
y se pega un porrazo
y se calla
casualidad,
el destino,
o mucho tino?